Por: Fernando -x Arteaga
Así, libres
cual burbujas en la arena, emergen fortuitos
recuerdos del origen de un presente que
posiblemente tenga un final incierto, porque; sentimientos extraños que empezaron a
nacer inquietos y desconcertados, pueden ser infinitamente indescifrables y volverse crueles por ser un secreto
que busca ser libre.
Allí está
él, solo nuevamente en un círculo sombrío y misterioso, perfumado con un humo
espeso de incertidumbre, entre lívidas sábanas como su rostro y con frazadas
deshiladas en recuerdos inauditos, que invaden su enamorado corazón. Allí está Crístofer,
escuchando el viaje del ruido imparable de
la ciudad capital, imaginándose desolado entre toda aquella multitud sórdida e indiferente a ella
misma. Está el cielo en su penumbra; íntimamente nublado, son las siete y
treinta de la noche y un sentimiento de desesperación de pronto lo estremece; tiene tantos deseos de
que aquel tiempo pase y los segundos de hoy mueran para que sea otro día.
Otro día donde
la rutina se termine porque
ya se siente cansado de ella. Crístofer es
un joven que ya descubrió lo que la vida puede ser; en el crepúsculo de sus dos
décadas se le dejó
ver que es una constante
lucha y entre enfrentar los retos que la vida propone y no resignarse a ser
vencido, la vida también trae innumerables sorpresas… Recuerda aquella vez
cuando una pregunta lo dejó
atónito, casi sin aliento ni para remitir un suspiro. Quisiera tener presente
el día, pero ni el
calendario que es más fuerte que la memoria pudo con aquel olvido del tiempo.
Constantemente
aquella pregunta viene palabra por palabra a su mente y se dibujan solas como
si el pintor de una vida extendiera pinceladas de colores en su mente; tal vez
Crístofer quería abrigar en un pasado nuevas usanzas pero ahora que siente
deseos paradójicos y estrafalarios los vive casi a plenitud y en silencio, pero
aún no los quiere aceptar. La pregunta emergió como de la nada, simple y clara;
cuando un espectáculo rompía el silencio de esa noche en el nombre del ser que nos dio la
vida. Para homenajear esta celebración, en honor a las madres se dispuso en el Teatro Demetrio
Aguilera una majestuosa presentación.
Era una noche
resguardada de estrellas en la que el tango argentino era el ritmo que engalanaba el lugar. Se veía: madres respetables con sus
hijos ya profesionales ubicándose en
las lunetas, mujeres hermosas en un escenario con mucho colorido y elegantes
ropajes. Todo aquello atraía la atención
de Crístofer, joven amante
del arte; las luces de colores, rosas en los pasillos, en fin como un ensueño
de cielo en la tierra.
Al momento de
llegar a cumplir su trabajo, el de ubicar a los espectadores y promover una
afable salutación al público conoció un joven colombiano de 18 años llamado David como su segundo nombre.
Recuerdo que lo conoció por equivocación, pues lucía como los demás con traje
oscuro como la noche, con corbata y camisa de rayas color plata. Eran las seis
de la tarde y llegaba cuando el tiempo límite cruzó su frontera;
desesperadamente saludó a todos sus compañeros y confundió a aquel joven, de igual
manera le extendió su saludo amablemente y lo único que hizo fue averiguar en qué
lugar se encontraba el baño
y se alejó de ellos rápidamente; más tarde David se acercó a él y le preguntó con acento
particular: _ ¿Vos tienes
confianza en la gente? Él
sin saber porque le preguntaba eso le
respondió que sí, entonces lo miró fijamente y sin basilar de sus labios
surgían una tras otra las palabras que hoy las recuerda claramente:
_ ¿Vos, sos de los que miran a los jóvenes y
te enamoras de ellos, sos… tú sabes m…… gay? Él sin términos en su boca,
alucinado, con un sudor frío que recorría lentamente su cuerpo, impávido y sin pensarlo le dijo: –
¡No!
No sabía cómo
actuar, lo único que hizo
fue caminar mientras le temblaba el cuerpo sin razón y David lo acompañó. En
ese momento era como si la belleza de la noche se quebrara poco a poco cual
copa de cristal y de ella se esparcía un aire de nervios en todo el ambiente.
Caminaban de izquierda a derecha sin detenerse mientras le reiteraba:
–Seguro,
aseveras la respuesta en tus palabras. Él lo selló firmemente con un sí y David con su
voz cálida y burlona continúo la conversación diciéndole:
_Yo tengo como
un mago su esfera de
cristal para ver más allá de lo evidente, un sexto sentido para saberlo; es
así, que cuando de vos recibí un apretón de manos inmediatamente pensé en lograr atraer
un leve sentimiento de amistad y preguntarte; y aquí me tienes esclareciendo
mis intrigas.
Seguían
departiendo amenamente e
intercambiaron innumerables historias; desconcertantes algunas, increíbles
otras, mientras el espectáculo terminaba. Aquella noche lo dejó pensativo.
Crístofer se preguntaba: _ ¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué incluso David me dijo que era un hombre de simpatía
y podía encantar, enamorar a cualquier ser del cosmos terrenal?
Circunstancias que él jamás
lo hubiera creído. Recuerda también que le enseñó a mantener perfilada bizarría
con lo que decía porque podría perder innumerables esencias del ser. Tarde o
temprano se despidieron.
David se alejó diciendo con una sonrisa en sus labios:
- ¡La
vida es de vos Crístofer David! Así
que pilas Ah!
Hoy en esta
noche donde el tiempo pareciese congelado Crístofer sigue reflexionando en la
interrogante y al hacerlo más recuerdos encuentran cabida en su juicio. Ya las
sábanas y frazadas se vuelven a hilar otra vez pero ya no con incertidumbre sino con
hálitos de esperanza, en el color gris de un metal sospechoso. Incluso el
fraudulento ruido de la
ciudad ha desaparecido en contraste con nuevos recuerdos que emergen
insólitamente bajo la luna llena. Inicia
a revivir momentos sepultados en el pasado que no quisiera haberlos vivido
después de aquella pregunta que
parecía no ser importante en
aquellos momentos ,pero hoy por decisiones fue la que marcó su presente y
guarda épocas entre
regocijo y perplejidad.
Al finalizar la
presentación de tango se dirigieron a la Casa Benjamín Carrión, cercana al
lugar porque allí debían cumplir el mismo trabajo puesto que estaban realizando
varias prácticas de protocolo y etiqueta. En aquel lugar todo sabía a cultura; era un aire de
literatura, de pensamientos inverosímiles a la serenidad cotidiana, un medioambiente de respetables
escritores ecuatorianos, los pasillos eran gallardos y sobrios llenos de
elegancia y glamur. Aquí Crístofer se sentía libre y respaldado, era el lugar
donde su pensamiento también podía basilar todo el espacio, pero luego de la presentación de un libro
donde las palabras del autor sorprendieron los recuerdos más felices de su
infancia, llevó a su boca
tres copas de vino tinto y enrojeció con escarlata los sueños de la niñez, sus
ganas de ser grandioso y maravillar al mundo solamente con el orgullo de ser
ecuatoriano, porque para lo demás es el mundo que se queda corto.
Ecuador es
arte, cultura, agua, cielo, mar y tierra; pensamientos de un niño que no sabía
lo que ciertamente era la vida. Posiblemente todos esos pensamientos pueden
ser verdaderos pero a él
las oportunidades en la capital no lo acogieron entre sus brazos. Así empezó a
sentirse diferente con ganas de teñir su alma hasta el infinito y más allá. En
esos momentos convenció a sus amigos y compañeros de la universidad para
continuar en el bohemio mundo de la merluza. Caminaban por la calle a las nueve
y treinta de la noche, cubiertos por una neblina matizada con las luces
macilentas de los faros.
Buscaban un
lugar que anime sus penas y añoranzas, donde un agua ardiente sea el camino que
inunde sus deseos. Las
calles estaban desoladas lo único que tenían era dos cajas de vino, de vino
Campiña que se terminaba. Indivisos se fueron despidiendo, solo seis almas se
quedaron pensando como fructificar el ambiente nocturno, hasta que Carlos Manuel con sus ojos color de cielo
relucientes en una apariencia misteriosa y lozana los invitó a su casa mientras
lentamente desataba el nudo de su corbata sobre su cuello descubriendo la manzana de un Adán
pecador.
Con un si
sonriente como respuesta, sin excepción y con toda la
predisposición caminaron
para tomar el autobús. En la serena travesía dos compañeras clamaron
beneplácito a sus padres al igual que Frank, a quien no le permitieron que comparta con
ellos aquella velada. Su
padre lo fue a recoger. Estaban
ya cerca de la avenida Colón y América y el amarillo de un taxi los estaba esperando, era el papá de
de Frank, los saludo y les dijo seriamente:
-Los
acarreo a la casa para que tomen leche y adormezcan. Ellos sorprendidos
hicieron lo que aquel señor de gorra discreta y pantalones oscuros dijo. Se
remontaron en el metal ambarino, las ruedas iniciaron su movimiento y mientras
encendía el taxi Crístofer pidió que no los trasladara a su residencia sino a la casa de Carlos; aquel
señor no lo quería aceptar
pero finalmente lo asintió,
los trasladó a ese lugar, los dejó allí y
se despidió con su hijo.
Crístofer lo
vivifica y es como si otra vez estuviera en aquel sito, revive el momento
cuando su cuerpo cruzó el umbral de la puerta, entró en la casa y se acomodaron en el
centro de una sala enigmática que pertenecía a padres separados por la
distancia de un océano, aquel lugar tenía fotos de su madre en España y de un
padre cansado. En aquellas
situaciones continuaron desfalcando
varias copas de vino. Acontecieron descifrables circunstancias pero lo que le
resuena palmariamente es aquella acción que se entonó en una litera cuando
Cristofer decidió ir a dormir. Ese día terminaba con la noche, el “mañana será” estaba a punto de nacer, eran
las doce, media noche cuando sintió
que Carlos Manuel se recostó cerca de él y no sé si consciente aún empezó a
introducir sus manos entre las piernas de Crístofer y a llevarlas por los surcos de su cuerpo hasta llegar a su boca y lo
besó. Crístofer en ese instante recordaba la pregunta que lo dejó atónito; escuchaba retumbar
gay! g a y … g a a yyy mientras pretendía negarse y separarse
de su amigo pero al final correspondió; Carlos le hablaba y le decía:
-¡Despacio que no se den cuenta, gira! Pretendía
algo más pero Crístofer no lo admitió. Al sol siguiente no tenía ojos para mirarlo,
ni para mirar a nadie, no sabía
qué hacer, quería que todo hubiera sido una fantasía, retroceder el tiempo para
evitarlo todo, para evitar la pregunta, para evitar el haber tomado, para
evitar haber ido a esa casa; pero al momento de saludarse se portó indiferente a lo que pensaba,
simplemente actuó como si nada hubiera acaecido, pero cuando lo ve le viene esa
remembranza y quisiera
nunca haberlo vivido.
A
Crístofer el tiempo lo
desconcierta y los recuerdos en secreto no le permiten velar el sueño. Esta
noche se encuentra extraña se ve la luna inmensa y aún más luminosa, es la
única testigo de sus memorias, pensamientos e inquietudes. Se pregunta
porque ninguna mujer ha
cautivado su corazón, acaso porque la que imagina sea ideal y no existe.
Pensativo en cada recuerdo se
cuestiona si su juventud está fuera de él, porque ha visto a su alrededor
jóvenes distintos; con otras actitudes que solo brillan por fuera, con ropas
cambiantes y extravagantes, con adornos en sus labios, en sus cejas, en su
lengua, con palabras extranjeras; todo
parece superficial, las formas de caminar, de hablar, de reírse eran diferentes
a las de este joven que se preocupa por
lo que es el verdadero vivir. Se pregunta si esa es la forma de actuar o será que la invasión
de trivialidades nos destruirá y olvidaremos de ser humanidad. Puede ser por
eso que su princesa todavía no ha llegado a darle felicidad, porque el amor,
respeto justicia y libertad se está perdiendo.
La noche se
perpetúa; de las siete y
treinta estos recuerdos solo se han tomado pocas horas y aún le queda tiempo
para recordar, antes de cerrar sus ojos, y despertar en el día ansiado del
mañana que escolta la misma
rutina. La luna desborda su luz, su cornisa desaparece y el cielo se inunda de
fosforescencia lunar, es como si este astro quisiera encauzar el pasado para
verlo claramente y
encontrar una solución.
La
ilusión de Crístofer era formar una familia unida, con muchos hijos y una
esposa tan bella como su corazón: trasparente, sincera con piel blanca poco menos que la
nieve, con cabellos cálidos y relucientes como el sol, con ojos de cielo y
labios de rosas, pero todo aquello se quedó
guardado como un tesoro en historias de piratas que en algún momento lo puede
salir a buscar, solo con decisión.
Todo lo que
Crístofer está recordando
es el principio y las memorias que están a punto de iniciarse pueden ser el
final y la solución a sus pesares.
Crístofer
recuerda que es casi un año desde que se celebraron las fiestas de Quito y eterniza como lentamente desde el cielo descendía por el oeste
una brisa tenue de colores cálidos; era el atardecer de un día veraniego, donde
los vientos se apoderaban de los horizontes empinados y airosos de la capital ecuatoriana, donde un céfiro se volvía rebelde e
inquieto, donde la luz del sol se empezaba ya a disipar, pintando la vida de
una manera sin igual. El crepúsculo nacía en esta ciudad llena de encanto, de
gloria e historia y así mientras brotaba la tarde, se cerraban las flores de un
edén con el toque de una lluvia misteriosa e imponente, casi discreta e
inoportuna que era natural
en el impredecible clima quiteño. Este paisaje cobijó el pensamiento de
Crístofer. Mientras se dirigía a la tribuna del sur con sus amigos el frío de
la tarde le hacía recordar su tierra natal, la ciudad de San Gabriel, a la que
no había vuelto en mucho tiempo.
Llegaron
a su destino, todos empezaron a
disfrutar de la música nacional y los tragos típicos de esta época de fiestas;
la guayusa por ejemplo o los canelazos. Todo esto llevó nuevamente a sucesos
comprometedores. Cuando la noche se había consumado y la programación estaba
por finalizar era la hora de dirigirse a casa cuando uno de sus nuevos
amigos llamado Julio y a
quien estaba empezando a conocer le pidió que lo llevara a su casa, pues vivía
en el norte a donde los buses por ser altas horas de la noche ya no lo podían
trasladar y con quien días
atrás pasó algo increíble.
Muchos recuerdos arribaron en la mente de Crístofer
mientras caminaban. De esta
manera revive que: …”Eran colegas de práctica en el Museo Nacional del Banco
Central. En el mes de noviembre se agasajaba el cumpleaños de Julio. Todos los
amigos de aquel joven y Crístofer se congregaron para
dirigirse a la Amazonas y celebrar. Entraron en una disco donde las luces y la
música parecían no tener límite, cansados de bailar una de las compañeras los
invitó a su hogar. Únicamente fueron
Chavelita la dueña de casa, Julio, Jairo y Crístofer. A llegar se arrodillaron
en el centro de una habitación y se pusieron a contar historias, a escuchar
música y a compartir anécdotas. Cuando el sueño era más fuerte los tres hombres
se acostaron a dormir. Crístofer sobre un sillón y los demás en la alfombra; de
pronto, no podían dormir y Julio dijo:
_¡Crístofer
acaso tienes sueño? El
respondió: -No.
_Hazte a
un ladito y conversamos,
replicó Julio.
Fue así que los
dos se acostaron juntos en el sillón y platicaban un poco incómodos,
claro; hasta que decidieron
recostarse los dos en la alfombra. Julio pidió permiso a Crístofer y le dijo:
_Yo siempre
duermo abrazado de algo o de alguien,
_¿Te puedo
abrazar? Crístofer le
respondió que sí.
Cuando sintió
los brazos sobre su cuerpo, algo muy extraño pasaba por su mente y quería
sentir sus labios, besarlo e inesperadamente esos deseos se hicieron realidad.
Julio lo besó, intentaron ir más allá, rosar sus cuerpos… pero no pudo ser pues
Jairo estaba pendiente de todo. Fue
así como únicamente se unieron tiernamente sus labios y sus manos hasta cuando
la noche se terminó. Parecían dos pajaritos, unidos por un amor extraño pero
sincero que empezaba a nacer”.
Después de
estas memorias y de varias horas de camino llegaron a la casa de Crístofer,
entraron en su cuarto, se predispusieron a dormir pero antes conversaron de
cada uno de ellos. Julio era un hombre inteligente, amante de la historia, de
la cultura, arte y música de nuestro país. Muy responsable, excelente persona.
Crístofer con algo de él, que para que contar y describir su personalidad.
Los efectos de
la guayusa ya habían pasado, los dos tenían ganas de volverse a besar, se
abrazaron y terminaron con la noche con agites del verdadero amor, con caricias
dulces y perfumadas de gloria, con viajes al cielo, con pecados carnales que
atraían suspiros de felicidad y regocijo, parecía que la magia de la vida los
envolvía con su fuerza, eran realmente felices. Sudaban células arcoíris. Su
piel ya no tenía límites. El horizonte de sus cuerpos desplegaba luces más
ardientes que las del sol, eran tan cándidos, llenos de vitalidad, con un
brillo en sus ojos al mirase, y fue cuando al final una intriga nació de
repente con estas palabras:
_¿Entonces nosotros
que somos?
_Pues somos más
que amigos, más que hermanos, somos uno solo, somos hombres enamorados, hombres
que compartiremos nuestras alegrías y desengaños juntos, hombres que aprenderán a vivir un nuevo amor.
Seremos un pensamiento libre, no haremos daño a nadie, nos amaremos, porque
somos dueños como la luz del sol o como el celeste del cielo o las estrellas de
la noche. Somos tú y yo, un
solo amor repartido en nuestros cuerpos. Somos uno, somos hijos de Dios, somos
su gloria. Somos sincero amor. Y después de estas palabras Crístofer encendió
su alma.
Pero ahora, en
esta noche, todo aquello que fue hermoso al principio se encuentra turbio,
Crístofer está inseguro, el secreto está a punto de liberarse y aún no están listos; de esta
manera recuerda los viajes
de aventura que hicieron juntos, a San Gabriel tierra donde labró dieciocho
años de su vida, recuerda los innumerables parajes del Ecuador donde su amor se
moldeaba para ser infinito, recuerda la grandeza de la ciudades por las cuales
su amor viajó: Latacunga, Ambato, Cumbe, Alausí, Azogues, Cuenca, Girón,
Machala, Guaquillas.
Todas gallardas
e ingenuas de aquel amor. No puede olvidar como llegaron a cada una de ellas,
sin un centavo en sus bolsillos “jalando dedo” como dice nuestra juventud. Fue
un amor aventurero y sincero como ningún otro; pero esta noche únicamente
quedan reminiscencias y desconcierto, Crístofer vivió un pasado que aún no
termina de quitarle aquella incertidumbre de cómo vivir, de por quién vivir;
solo quedan las palabras escritas en frases de cartas que empieza a leer. Su
primera carta al abrirla dice:
…La mirada de
sus ojos no es la misma, sus palabras mueren en mi corazón, me siento vacío de
su presencia; tras el cristal de su mirada las palabras del dios del amor se ocultan
y su espíritu es otro, sus labios no son míos, ni sus pasos, ni sus
pensamientos, quisiera haber nacido en otro tiempo donde todo sea más fácil
para los dos; me pregunto si podré seguir amando tras la sombra de la vida,
tras el brillo del sol, del cielo azul, de las rosas de las alturas que se
convierten en nubes, me pregunto si callar lo que siento es el libro de mi
esclavitud.
Somos otros,
tus manos y las mías se separan después de un adiós y solo eso, ni un te quiero, ni un abrazo de amor. Te extraño
en el día, tu presencia en mi rostro es extraña, diferente, solitaria, de nadie
porque es mía pero no cuando estas con migo, porque te amo sin amarte, te miro
sin mirarte, te siento sin sentirte, te digo sin decirte y mi yo en ti se
oculta tras un tiempo absurdo, tras un sentimiento como pregunta sin respuesta, extraño,
diferente.
No puedo
comprender las actitudes
distantes; al mirarte eres tú, al escucharte eres tú y te amo pero no te tengo,
eres tú pero diferente, la televisión engaña a los ciegos, la radio reta a los
sordos, el teléfono es tu real ser,
es tu vos enamorada de mí, son mis oídos que alucinan tenerte cerca en la
soledad de los dos donde eres realmente tú, donde las paredes ocultan del mundo
nuestro amor, porque únicamente allí eres tú y allí soy realmente yo; yo y tú
como lo somos afuera pero
con el otro rostro del amar; nuestra historia me hace pensar y me siento solo,
cuando te necesito retumba
en mi mente tu forma de reír, de
hablar con migo y retarme, de sentirme otro, con ganas de cambiar sin perder la
esencia, con ganas de sobrepasar en cenit de las aves, volar más alto y desde
el sol ver al mundo para sonreír como Dios o triunfar como las golondrinas en
primavera.
Te pienso e
imagino tus deseos, al hacerlo mi mente se vuelve translúcida no sé lo que
quieres y no sabes cómo mi sueño de amarte no lo puedo hacer realidad y envidio
al mundo, mis ojos lloran ; juntar tus manos con las mías, recorrer el mundo
sintiendo tus labios sobre los míos, abrasar nuestros cuerpos en cualquier
tiempo, hablar de los dos sin temor a nadie, gritar en los cielos que nos
amamos, reír juntos, marcar nuestros sueños en la libertad de las calles,
correr mirándonos siempre, o simplemente ser los mismos como detrás de cuatro paredes, pero son solo sueños,
no estamos preparados para el mundo porque él no lo está para nosotros, porque
nuestro amor es extraño,
diferente, hermoso, tierno, increíble, insólito, susceptible, infrecuente,
sublime, eterno, de los dos.
Crístofer
observa detenidamente todo lo que alguna vez escribió y un aire de retiro
recorre toda su piel, ahora si la desesperación y angustia se disipan en esta noche esclava por los recuerdos mientras
continúa leyendo palabras que por nombre llevan: ESTACIÓN DE DOS
…Los segundos
se vuelven eternidad y cuanto estoy contigo, cuando me miras, cuando me hablas,
cuando sé que te importo, aquella eternidad se pinta de rosas, brilla con el
fulgor de la belleza del oro y la plata, en absoluto me siento vivo y el viento
es el perfume de tus palabras, las huellas que damos juntos se transforman en
vida que ni las calles , ni las personas, ni la construcción más alta podrán
ocultar el infinito regocijo que construyes cuando estás conmigo, cuando cerca
de mi existes enseñándome lo
que callan los muros de una antigua y majestuosa construcción de Dios.
Amarte por siempre en cortos segundos aunque los besos se
oculten en las rocas, en la soledad de los dos, cuando otras miradas no nos
miren, cuando un ascensor
esté solo o cuando algo oculte al mundo que juntamos nuestras manos para apretarnos tan fuerte y sentirnos
plenos de los dos, te amo, ahora sé que las palabras se terminan, no son
suficientes, desaparecen porque el amor hipnotiza, y en aquellos segundos tú trastornas
mi vida, mi mundo desaparece, se desarma mi presencia para contemplarte y verte
siempre. Tu vida es mi vida, quisiera caminar en tus pasos, vivir en tus
palabras porque tú sabes cómo me das el aliento para sentir mi existencia y de
la misma forma deberías saber cómo me lo quitas.
Tengo ganas de
desaparecer renunciar al mundo y morir en el llanto de un final, cerrar mis
ojos a la eternidad y
ocultar que alguna vez existí. Me siento vacío, solo sin nada del ser que amo,
soy un cuerpo sin ganas de sentir, percibo mi fragilidad, hoy más que siempre
no me importa nada, estoy casado de mí, del mundo. No lo entiendo, ni tampoco
quiero seguir no entendiendo, tus palabras, tu mirada, tus acciones solo me
hacen ver triste, profundamente solo, desconcertado, sin respuestas, me hacen
sentir impaciente, por qué eres tú no te entiendo, me das alegrías y al mismo
tiempo pintas tristezas.
Amarte es
extraño, confuso y me transformo en lo que no soy cuando estas con migo y mi
espíritu toma su lado incomprensible, necio, prepotente, pero te amo con lo risible de estas
palabras que para ti no son nada y simplemente suenan a burla y te ríes de lo
que los términos representan, de aquellas palabras que para mí son mi alma, son
mi vida, son mi nombre y mi ser , alegrías y tristezas que conjugan el tiempo;
quiero morir al no tenerte, quiero vivir al amarte, desaparecer al no verte,
vivir eternamente al tenerte, ya
descubrí como es un amor escondido, un amor que es el amor de dos.
Las cartas no
tienen fin, cada hoja guarda sentimientos, emociones que viajan sin destino
final. Qué será de su porvenir, acaso el tesoro de piratas se quedará
escondido, será eterno este amor, renacerán otros sentimientos.
Crístofer era
un joven que no quería amar y cuando el amor lo atrapó fue desconcertante. Como
lo es para muchos jóvenes que sienten miedo hablar. Que temen respuestas
ignaras de los demás. Jóvenes que callan y viven el calvario de un sentimiento
diferente que puede hacerlos felices. Sentimiento que usurpa las noches así como
a Crístofer hoy. La noche está a punto de finar y el sueño empieza a ganar la cruzada. La solución a los
pesares ya viene.
El teléfono
suena, parece ser que su pensamiento estaba siendo perseguido por alguien más,
por aquella persona que le roba las lunas, y que lo intranquiliza. Desde la
bocina se escucha una voz
tierna y enamorada. Crístofer serrará sus ojos para esperar nuevamente la
rutina de una vida que lo obliga a vivir, luego de sentir en su corazón estas
palabras que del teléfono provienen:
_ Beso!
Mi amor no puedo dormir, estoy pensando en ti, te amo más que a mi vida, piensa
en mí te lo pido, tanto como yo te tengo presente. Sabes, estaba recordando lo
que alguna vez me contaste. Te estaba imaginando a ti lívido y nervioso cuando
David te preguntó si eras gay. Te figuré en la casa de Carlos sin saber qué
hacer cuando te besaba; pero lo que mejor recuerdo y me hace feliz, es lo que
vivimos juntos después de mi cumpleaños y en las fiestas de Quito. Ah! Como
borrar de mi mente tu imagen emocionada cuando recorrimos nuestro país sin
plata, acampando y comiendo encebollado sin cebollas en LIcán; te
acuerdas… por todo
aquello te amo, te ammoo, tteee aammo… Mi
alma es tuya.
Es Julio en la
noche del primer onomástico de un amor que duró ciento sesenta y cinco días en
sigilo. Y según sus palabras nos damos cuenta que los dos estaban recordando lo
mismo pero con sentimientos diferentes.
Crístofer se
queda callado, sin palabras porque esta casualidad de recuerdos será el impulso
para tomar una decisión. Ya no sufrirá más, destruirá su desconcierto. Pronto
la historia de sus deseos no será nunca más un secreto, porque Crístofer se dio
cuenta al final de esta noche, que todo su sufrimiento, es causado por no
aceptarse, por no reconocer lo que ha vivido y por no decidir vivirlo. De esta manera Crístofer levanta el
rostro. El filo de una navaja que lo acompañó esta noche atraviesa su cuello y
la grana de su sangre colorea las sábanas de su vida para acabar con todo y
para rebelar al mundo su secreto por medio del gris del metal que acabo con su
vida para siempre, así con su misma sangre y su índice en los últimos suspiros
escribe sobre las sabanas JULIO
TE AMARÉ SIEMPRE.
Cristofer murió
revelando su secreto. Sin las ganas de luchar por un futuro.