miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cuento en Paradojas

Por: Fernando -x Arteaga

Así, libres cual burbujas en la arena, emergen  fortuitos recuerdos del origen de un presente  que posiblemente tenga un final incierto, porque;  sentimientos extraños que empezaron a nacer inquietos y desconcertados, pueden ser infinitamente indescifrables  y volverse crueles por ser un secreto que busca ser libre. 

 Allí está él, solo nuevamente en un círculo sombrío y misterioso, perfumado con un humo espeso de incertidumbre, entre lívidas sábanas  como su rostro y con frazadas deshiladas en recuerdos inauditos, que invaden su enamorado  corazón. Allí está Crístofer, escuchando el viaje del ruido imparable  de la ciudad capital, imaginándose desolado entre toda aquella  multitud sórdida e indiferente a ella misma. Está el cielo en su penumbra; íntimamente nublado, son las siete y treinta de la noche y un sentimiento de desesperación de pronto  lo estremece; tiene tantos deseos de que aquel tiempo pase y los segundos de hoy mueran para que sea otro día.

Otro día donde la rutina se termine  porque ya se siente cansado de ella. Crístofer  es un joven que ya descubrió lo que la vida puede ser; en el crepúsculo de sus dos décadas se le  dejó ver  que es una constante lucha y entre enfrentar los retos que la vida propone y no resignarse a ser vencido, la vida también trae innumerables sorpresas… Recuerda aquella vez cuando una  pregunta lo dejó atónito, casi sin aliento ni para remitir un suspiro. Quisiera tener presente el día,  pero ni el calendario que es más fuerte que la memoria pudo con aquel olvido del tiempo.

Constantemente aquella pregunta viene palabra por palabra a su mente y se dibujan solas como si el pintor de una vida extendiera pinceladas de colores en su mente; tal vez Crístofer quería abrigar en un pasado nuevas usanzas pero ahora que siente deseos paradójicos y estrafalarios los vive casi a plenitud y en silencio, pero aún no los quiere aceptar. La pregunta emergió como de la nada, simple y clara; cuando un espectáculo rompía el silencio de esa noche  en el nombre del ser que nos dio la vida. Para homenajear esta celebración, en honor a las madres  se dispuso en el Teatro Demetrio Aguilera una majestuosa presentación.

Era una noche resguardada de estrellas en la que el tango argentino era el ritmo que  engalanaba el lugar.  Se veía: madres respetables con sus hijos ya profesionales ubicándose  en las lunetas, mujeres hermosas en un escenario con mucho colorido y elegantes ropajes. Todo aquello atraía la  atención de Crístofer,  joven amante del arte; las luces de colores, rosas en los pasillos, en fin como un ensueño de cielo en la tierra.

Al momento de llegar a cumplir su trabajo, el de ubicar a los espectadores y promover una afable salutación al público conoció un joven colombiano de 18 años  llamado David como su segundo nombre. Recuerdo que lo conoció por equivocación, pues lucía como los demás con traje oscuro como la noche, con corbata y camisa de rayas color plata. Eran las seis de la tarde y llegaba cuando el tiempo límite cruzó su frontera; desesperadamente saludó a todos sus compañeros  y confundió a aquel joven, de igual manera le extendió su saludo amablemente y lo único que hizo fue averiguar en qué lugar se encontraba  el baño y se alejó de ellos rápidamente; más tarde David se acercó  a él y le preguntó con acento particular:   _ ¿Vos tienes confianza en la gente?   Él sin saber porque le preguntaba eso  le respondió que sí, entonces lo miró fijamente y sin basilar de sus labios surgían una tras otra las palabras que hoy las recuerda claramente:
_ ¿Vos,  sos de los que miran a los jóvenes y te enamoras de ellos, sos… tú sabes m…… gay? Él sin términos en su boca, alucinado, con un  sudor  frío que recorría lentamente su  cuerpo,  impávido y sin pensarlo le dijo: – ¡No!
 No sabía cómo actuar,  lo único que hizo fue caminar mientras le temblaba el cuerpo sin razón y David lo acompañó. En ese momento era como si la belleza de la noche se quebrara poco a poco cual copa de cristal y de ella se esparcía un aire de nervios en todo el ambiente. Caminaban de izquierda a derecha sin detenerse mientras le reiteraba:
–Seguro, aseveras la respuesta en tus palabras. Él lo selló  firmemente con un sí y David con su voz cálida y burlona continúo la conversación diciéndole:
_Yo tengo como un  mago su esfera de cristal para ver más allá de lo evidente, un sexto sentido para saberlo; es así, que cuando de vos recibí un apretón de manos  inmediatamente pensé en lograr atraer un leve sentimiento de amistad y preguntarte; y aquí me tienes esclareciendo mis intrigas.

Seguían departiendo amenamente  e intercambiaron innumerables historias; desconcertantes algunas, increíbles otras, mientras el espectáculo terminaba. Aquella noche lo dejó pensativo. Crístofer se preguntaba: _ ¿Por qué sucedió esto? ¿Por qué incluso David  me dijo que era un hombre de simpatía y podía encantar, enamorar a cualquier ser del cosmos terrenal? Circunstancias  que él jamás lo hubiera creído. Recuerda también que le enseñó a mantener perfilada bizarría con lo que decía porque podría perder innumerables esencias del ser. Tarde o temprano se  despidieron. David se alejó diciendo con una sonrisa en sus labios:
 - ¡La vida es de vos Crístofer David!  Así que pilas  Ah!
Hoy en esta noche donde el tiempo pareciese congelado Crístofer sigue reflexionando en la interrogante y al hacerlo más recuerdos encuentran cabida en su juicio. Ya las sábanas y frazadas se vuelven a hilar otra vez  pero ya no con incertidumbre sino con hálitos de esperanza, en el color gris de un metal sospechoso. Incluso el fraudulento  ruido de la ciudad ha desaparecido en contraste con nuevos recuerdos que emergen insólitamente bajo la luna llena.  Inicia a revivir momentos sepultados en el pasado que no quisiera haberlos vivido después de aquella pregunta  que parecía no ser importante  en aquellos momentos ,pero hoy por decisiones fue la que marcó su presente y guarda épocas  entre regocijo y perplejidad.

Al finalizar la presentación de tango se dirigieron a la  Casa Benjamín Carrión, cercana al lugar porque allí debían cumplir el mismo trabajo puesto que estaban realizando varias prácticas de protocolo y etiqueta. En aquel lugar  todo sabía a cultura; era un aire de literatura, de pensamientos inverosímiles a la serenidad cotidiana,  un medioambiente de respetables escritores ecuatorianos, los pasillos eran gallardos y sobrios llenos de elegancia y glamur. Aquí Crístofer se sentía libre y respaldado, era el lugar donde su pensamiento también podía basilar todo el espacio, pero  luego de la presentación de un libro donde las palabras del autor sorprendieron los recuerdos más felices de su infancia, llevó  a su boca tres copas de vino tinto y enrojeció con escarlata los sueños de la niñez, sus ganas de ser grandioso y maravillar al mundo solamente con el orgullo de ser ecuatoriano, porque para lo demás es el mundo que se queda corto.

Ecuador es arte, cultura, agua, cielo, mar y tierra; pensamientos de un niño que no sabía lo que ciertamente era la vida. Posiblemente todos esos pensamientos pueden ser  verdaderos pero a él las oportunidades en la capital no lo acogieron entre sus brazos. Así empezó a sentirse diferente con ganas de teñir su alma hasta el infinito y más allá. En esos momentos convenció a sus amigos y compañeros de la universidad para continuar en el bohemio mundo de la merluza. Caminaban por la calle a las nueve y treinta de la noche, cubiertos por una neblina matizada con las luces macilentas  de los faros.

Buscaban un lugar que anime sus penas y añoranzas, donde un agua ardiente sea el camino que inunde sus deseos.  Las calles estaban desoladas lo único que tenían era dos cajas de vino, de vino Campiña que se terminaba. Indivisos se fueron despidiendo, solo seis almas se quedaron pensando como fructificar el ambiente nocturno,  hasta que Carlos Manuel  con sus ojos color de cielo relucientes en una apariencia misteriosa y lozana los invitó a su casa mientras lentamente desataba el nudo de su corbata sobre su cuello  descubriendo la manzana de un Adán pecador.

Con un si sonriente como respuesta, sin excepción y con toda la predisposición   caminaron para tomar el autobús. En la serena travesía dos compañeras clamaron beneplácito a sus padres al igual que  Frank,  a quien  no le permitieron que comparta con ellos aquella velada.  Su padre lo fue a recoger.  Estaban ya cerca de la avenida Colón y América y  el amarillo de un taxi  los estaba esperando, era el papá de de Frank,  los saludo  y les dijo seriamente:
 -Los acarreo a la casa para que tomen leche y adormezcan. Ellos sorprendidos hicieron lo que aquel señor de gorra discreta y pantalones oscuros dijo. Se remontaron en el metal ambarino, las ruedas iniciaron su movimiento y mientras encendía el taxi Crístofer pidió que no los trasladara a su residencia  sino a la casa de Carlos; aquel señor  no lo quería aceptar pero  finalmente lo asintió, los trasladó a ese lugar, los dejó allí  y se despidió  con su hijo.

Crístofer lo vivifica y es como si otra vez estuviera en aquel sito, revive el momento cuando su cuerpo cruzó el umbral de la puerta,  entró en la casa y se acomodaron en el centro de una sala enigmática que pertenecía a padres separados por la distancia de un océano, aquel lugar tenía fotos de su madre en España y de un padre cansado.  En aquellas situaciones continuaron  desfalcando varias copas de vino. Acontecieron descifrables circunstancias pero lo que le resuena palmariamente es aquella acción que se entonó en una litera cuando Cristofer decidió ir a dormir. Ese día terminaba con la noche, el “mañana  será” estaba a punto de nacer, eran las doce, media noche cuando  sintió que Carlos Manuel se recostó cerca de él  y no sé si consciente aún empezó a introducir sus manos entre las piernas de Crístofer y a llevarlas  por los surcos de  su cuerpo hasta llegar a su boca y lo besó. Crístofer en ese instante recordaba la pregunta que  lo dejó atónito; escuchaba retumbar gay! g   y … g a a yyy  mientras pretendía negarse y separarse de su amigo pero al final correspondió; Carlos le hablaba y le decía:
-¡Despacio  que no se den cuenta, gira! Pretendía algo más pero Crístofer no lo admitió. Al sol  siguiente no tenía ojos para mirarlo, ni para mirar a nadie,  no sabía qué hacer, quería que todo hubiera sido una fantasía, retroceder el tiempo para evitarlo todo, para evitar la pregunta, para evitar el haber tomado, para evitar haber ido a esa casa; pero al momento de saludarse  se portó indiferente a lo que pensaba, simplemente actuó como si nada hubiera acaecido, pero cuando lo ve le viene esa remembranza  y quisiera nunca haberlo vivido.

A Crístofer  el tiempo lo desconcierta y los recuerdos en secreto no le permiten velar el sueño. Esta noche se encuentra extraña se ve la luna inmensa y aún más luminosa, es la única testigo de sus memorias, pensamientos e inquietudes. Se pregunta porque  ninguna mujer ha cautivado su corazón, acaso porque la que imagina sea ideal y no existe. Pensativo en cada recuerdo  se cuestiona si su juventud está fuera de él, porque ha visto a su alrededor jóvenes distintos; con otras actitudes que solo brillan por fuera, con ropas cambiantes y extravagantes, con adornos en sus labios, en sus cejas, en su lengua, con palabras extranjeras;  todo parece superficial, las formas de caminar, de hablar, de reírse eran diferentes a las de este joven que se preocupa  por lo que es el verdadero vivir. Se pregunta si esa es la  forma de actuar o será que la invasión de trivialidades nos destruirá y olvidaremos de ser humanidad. Puede ser por eso que su princesa todavía no ha llegado a darle felicidad, porque el amor, respeto justicia y libertad se está perdiendo.

La noche se perpetúa; de las  siete y treinta estos recuerdos solo se han tomado pocas horas y aún le queda tiempo para recordar, antes de cerrar sus ojos, y despertar en el día ansiado del mañana que escolta  la misma rutina. La luna desborda su luz, su cornisa desaparece y el cielo se inunda de fosforescencia lunar, es como si este astro quisiera encauzar el pasado para verlo  claramente y encontrar una solución.

 La ilusión de Crístofer era formar una familia unida, con muchos hijos y una esposa tan bella como su corazón: trasparente, sincera  con piel blanca poco menos que la nieve, con cabellos cálidos y relucientes como el sol, con ojos de cielo y labios de rosas, pero todo aquello se  quedó guardado como un tesoro en historias de piratas que en algún momento lo puede salir a buscar, solo con decisión.
Todo lo que Crístofer  está recordando es el principio y las memorias que están a punto de iniciarse pueden ser el final y la solución a sus pesares.

Crístofer recuerda que es casi un año desde que se celebraron las fiestas de Quito   eterniza  como lentamente  desde el cielo descendía por el oeste una brisa tenue de colores cálidos; era el atardecer de un día veraniego, donde los vientos se apoderaban de los horizontes empinados y airosos  de la capital ecuatoriana, donde  un céfiro se volvía rebelde e inquieto, donde la luz del sol se empezaba ya a disipar, pintando la vida de una manera sin igual. El crepúsculo nacía en esta ciudad llena de encanto, de gloria e historia y así mientras brotaba la tarde, se cerraban las flores de un edén con el toque de una lluvia misteriosa e imponente, casi discreta e inoportuna  que era natural en el impredecible clima quiteño. Este paisaje cobijó el pensamiento de Crístofer. Mientras se dirigía a la tribuna del sur con sus amigos el frío de la tarde le hacía recordar su tierra natal, la ciudad de San Gabriel, a la que no había vuelto en mucho tiempo.

 Llegaron a su destino, todos empezaron  a disfrutar de la música nacional y los tragos típicos de esta época de fiestas; la guayusa por ejemplo o los canelazos. Todo esto llevó nuevamente a sucesos comprometedores. Cuando la noche se había consumado y la programación estaba por finalizar era la hora de dirigirse a  casa cuando uno de sus nuevos amigos  llamado Julio y a quien estaba empezando a conocer le pidió que lo llevara a su casa, pues vivía en el norte a donde los buses por ser altas horas de la noche ya no lo podían trasladar  y con quien días atrás pasó algo increíble.

Muchos  recuerdos  arribaron en la mente de Crístofer mientras caminaban.  De esta manera revive que: …”Eran colegas de práctica en el Museo Nacional del Banco Central. En el mes de noviembre se agasajaba el cumpleaños de Julio. Todos los amigos de aquel  joven  y Crístofer se congregaron para dirigirse a la Amazonas y celebrar. Entraron en una disco donde las luces y la música parecían no tener límite, cansados de bailar una de las compañeras los invitó a su hogar. Únicamente  fueron Chavelita la dueña de casa, Julio, Jairo y Crístofer. A llegar se arrodillaron en el centro de una habitación y se pusieron a contar historias, a escuchar música y a compartir anécdotas. Cuando el  sueño era más fuerte los tres hombres se acostaron a dormir. Crístofer sobre un sillón y los demás en la alfombra; de pronto, no podían dormir y Julio dijo:
_¡Crístofer acaso tienes sueño?  El respondió: -No.
 _Hazte a un ladito  y conversamos, replicó Julio.
Fue así que los dos se acostaron juntos en el sillón y platicaban un poco incómodos, claro;  hasta que decidieron recostarse los dos en la alfombra. Julio pidió permiso a Crístofer y le dijo:
_Yo siempre duermo abrazado de algo o de alguien,
_¿Te puedo abrazar?  Crístofer le respondió que sí. 
Cuando sintió los brazos sobre su cuerpo, algo muy extraño pasaba por su mente y quería sentir sus labios, besarlo e inesperadamente esos deseos se hicieron realidad. Julio lo besó, intentaron ir más allá, rosar sus cuerpos… pero no pudo ser pues Jairo estaba pendiente de todo.  Fue así como únicamente se unieron tiernamente sus labios y sus manos hasta cuando la noche se terminó. Parecían dos pajaritos, unidos por un amor extraño pero sincero que empezaba a nacer”.  

Después de estas memorias y de varias horas de camino llegaron a la casa de Crístofer, entraron en su cuarto, se predispusieron a dormir pero antes conversaron de cada uno de ellos. Julio era un hombre inteligente, amante de la historia, de la cultura, arte y música de nuestro país. Muy responsable, excelente persona. Crístofer con algo de él, que para que contar y describir su personalidad.

Los efectos de la guayusa ya habían pasado, los dos tenían ganas de volverse a besar, se abrazaron y terminaron con la noche con agites del verdadero amor, con caricias dulces y perfumadas de gloria, con viajes al cielo, con pecados carnales que atraían suspiros de felicidad y regocijo, parecía que la magia de la vida los envolvía con su fuerza, eran realmente felices. Sudaban células arcoíris. Su piel ya no tenía límites. El horizonte de sus cuerpos desplegaba luces más ardientes que las del sol, eran tan cándidos, llenos de vitalidad, con un brillo en sus ojos al mirase, y fue cuando al final una intriga nació de repente con estas palabras:
_¿Entonces nosotros que somos?
_Pues somos más que amigos, más que hermanos, somos uno solo, somos hombres enamorados, hombres que compartiremos nuestras alegrías y desengaños juntos, hombres que  aprenderán a vivir un nuevo amor. Seremos un pensamiento libre, no haremos daño a nadie, nos amaremos, porque somos dueños como la luz del sol o como el celeste del cielo o las estrellas de la noche. Somos tú y yo,  un solo amor repartido en nuestros cuerpos. Somos uno, somos hijos de Dios, somos su gloria. Somos sincero amor. Y después de estas palabras Crístofer encendió su alma.

Pero ahora, en esta noche, todo aquello que fue hermoso al principio se encuentra turbio, Crístofer está inseguro, el secreto está a punto de liberarse  y aún no están listos; de esta manera  recuerda los viajes de aventura que hicieron juntos, a San Gabriel tierra donde labró dieciocho años de su vida, recuerda los innumerables parajes del Ecuador donde su amor se moldeaba para ser infinito, recuerda la grandeza de la ciudades por las cuales su amor viajó: Latacunga, Ambato, Cumbe, Alausí, Azogues, Cuenca, Girón, Machala, Guaquillas.

Todas gallardas e ingenuas de aquel amor. No puede olvidar como llegaron a cada una de ellas, sin un centavo en sus bolsillos “jalando dedo” como dice nuestra juventud. Fue un amor aventurero y sincero como ningún otro; pero esta noche únicamente quedan reminiscencias y desconcierto, Crístofer vivió un pasado que aún no termina de quitarle aquella incertidumbre de cómo vivir, de por quién vivir; solo quedan las palabras escritas en frases de cartas que empieza a leer. Su primera carta al abrirla dice:

…La mirada de sus ojos no es la misma, sus palabras mueren en mi corazón, me siento vacío de su presencia; tras el cristal de su mirada las palabras del dios del amor se ocultan y su espíritu es otro, sus labios no son míos, ni sus pasos, ni sus pensamientos, quisiera haber nacido en otro tiempo donde todo sea más fácil para los dos; me pregunto si podré seguir amando tras la sombra de la vida, tras el brillo del sol, del cielo azul, de las rosas de las alturas que se convierten en nubes, me pregunto si callar lo que siento es el libro de mi esclavitud.

Somos otros, tus manos y las mías se separan después de un adiós y solo eso, ni un  te quiero, ni un abrazo de amor. Te extraño en el día, tu presencia en mi rostro es extraña, diferente, solitaria, de nadie porque es mía pero no cuando estas con migo, porque te amo sin amarte, te miro sin mirarte, te siento sin sentirte, te digo sin decirte y mi yo en ti se oculta tras un tiempo absurdo, tras un sentimiento  como pregunta sin respuesta, extraño, diferente.

No puedo comprender  las actitudes distantes; al mirarte eres tú, al escucharte eres tú y te amo pero no te tengo, eres tú pero diferente, la televisión engaña a los ciegos, la radio reta a los sordos, el teléfono es tu real  ser, es tu vos enamorada de mí, son mis oídos que alucinan tenerte cerca en la soledad de los dos donde eres realmente tú, donde las paredes ocultan del mundo nuestro amor, porque únicamente allí eres tú y allí soy realmente yo; yo y tú como lo somos afuera  pero con el otro rostro del amar; nuestra historia me hace pensar y me siento solo, cuando te necesito  retumba en mi mente tu forma de reír,  de hablar con migo y retarme, de sentirme otro, con ganas de cambiar sin perder la esencia, con ganas de sobrepasar en cenit de las aves, volar más alto y desde el sol ver al mundo para sonreír como Dios o triunfar como las golondrinas en primavera.

Te pienso e imagino tus deseos, al hacerlo mi mente se vuelve translúcida no sé lo que quieres y no sabes cómo mi sueño de amarte no lo puedo hacer realidad y envidio al mundo, mis ojos lloran ; juntar tus manos con las mías, recorrer el mundo sintiendo tus labios sobre los míos, abrasar nuestros cuerpos en cualquier tiempo, hablar de los dos sin temor a nadie, gritar en los cielos que nos amamos, reír juntos, marcar nuestros sueños en la libertad de las calles, correr mirándonos siempre, o simplemente ser los mismos como detrás de  cuatro paredes, pero son solo sueños, no estamos preparados para el mundo porque él no lo está para nosotros, porque nuestro amor  es extraño, diferente, hermoso, tierno, increíble, insólito, susceptible, infrecuente, sublime, eterno, de los dos.

Crístofer observa detenidamente todo lo que alguna vez escribió y un aire de retiro recorre toda su piel, ahora si la desesperación y angustia se disipan en  esta noche  esclava por los recuerdos mientras continúa leyendo palabras que por nombre llevan: ESTACIÓN DE DOS
…Los segundos se vuelven eternidad y cuanto estoy contigo, cuando me miras, cuando me hablas, cuando sé que te importo, aquella eternidad se pinta de rosas, brilla con el fulgor de la belleza del oro y la plata, en absoluto me siento vivo y el viento es el perfume de tus palabras, las huellas que damos juntos se transforman en vida que ni las calles , ni las personas, ni la construcción más alta podrán ocultar el infinito regocijo que construyes cuando estás conmigo, cuando cerca de mi existes enseñándome  lo que callan los muros de una antigua y majestuosa construcción de Dios.

Amarte   por siempre  en cortos segundos aunque los besos se oculten en las rocas, en la soledad de los dos, cuando otras miradas no nos miren,  cuando un ascensor esté solo o cuando algo oculte al mundo que juntamos nuestras manos para  apretarnos tan fuerte y sentirnos plenos de los dos, te amo, ahora sé que las palabras se terminan, no son suficientes, desaparecen porque el amor hipnotiza, y en aquellos segundos tú trastornas mi vida, mi mundo desaparece, se desarma mi presencia para contemplarte y verte siempre. Tu vida es mi vida, quisiera caminar en tus pasos, vivir en tus palabras porque tú sabes cómo me das el aliento para sentir mi existencia y de la misma forma deberías saber cómo me lo quitas.

Tengo ganas de desaparecer renunciar al mundo y morir en el llanto de un final, cerrar mis ojos a la eternidad  y ocultar que alguna vez existí. Me siento vacío, solo sin nada del ser que amo, soy un cuerpo sin ganas de sentir, percibo mi fragilidad, hoy más que siempre no me importa nada, estoy casado de mí, del mundo. No lo entiendo, ni tampoco quiero seguir no entendiendo, tus palabras, tu mirada, tus acciones solo me hacen ver triste, profundamente solo, desconcertado, sin respuestas, me hacen sentir impaciente, por qué eres tú no te entiendo, me das alegrías y al mismo tiempo pintas tristezas.

Amarte es extraño, confuso y me transformo en lo que no soy cuando estas con migo y mi espíritu toma su lado incomprensible, necio, prepotente,  pero te amo con lo risible de estas palabras que para ti no son nada y simplemente suenan a burla y te ríes de lo que los términos representan, de aquellas palabras que para mí son mi alma, son mi vida, son mi nombre y mi ser , alegrías y tristezas que conjugan el tiempo; quiero morir al no tenerte, quiero vivir al amarte, desaparecer al no verte, vivir eternamente al tenerte,  ya descubrí como es un amor escondido, un amor que es el amor de dos.
Las cartas no tienen fin, cada hoja guarda sentimientos, emociones que viajan sin destino final. Qué será de su porvenir, acaso el tesoro de piratas se quedará escondido, será eterno este amor, renacerán otros sentimientos.

Crístofer era un joven que no quería amar y cuando el amor lo atrapó fue desconcertante. Como lo es para muchos jóvenes que sienten miedo hablar. Que temen respuestas ignaras de los demás. Jóvenes que callan y viven el calvario de un sentimiento diferente que puede hacerlos felices. Sentimiento que usurpa las noches así como a Crístofer hoy. La noche está a punto de finar y el sueño empieza  a ganar la cruzada. La solución a los pesares ya viene.

El teléfono suena, parece ser que su pensamiento estaba siendo perseguido por alguien más, por aquella persona que le roba las lunas, y que lo intranquiliza. Desde la bocina se escucha  una voz tierna y enamorada. Crístofer serrará sus ojos para esperar nuevamente la rutina de una vida que lo obliga a vivir, luego de sentir en su corazón estas palabras que del teléfono provienen:
 _ Beso! Mi amor no puedo dormir, estoy pensando en ti, te amo más que a mi vida, piensa en mí te lo pido, tanto como yo te tengo presente. Sabes, estaba recordando lo que alguna vez me contaste. Te estaba imaginando a ti lívido y nervioso cuando David te preguntó si eras gay. Te figuré en la casa de Carlos sin saber qué hacer cuando te besaba; pero lo que mejor recuerdo y me hace feliz, es lo que vivimos juntos después de mi cumpleaños y en las fiestas de Quito. Ah! Como borrar de mi mente tu imagen emocionada cuando recorrimos nuestro país sin plata, acampando y comiendo encebollado sin cebollas en LIcán; te acuerdas…   por todo aquello te amo, te ammoo, tteee aammo…  Mi alma es tuya.   
Es Julio en la noche del primer onomástico de un amor que duró ciento sesenta y cinco días en sigilo. Y según sus palabras nos damos cuenta que los dos estaban recordando lo mismo pero con sentimientos diferentes.

Crístofer se queda callado, sin palabras porque esta casualidad de recuerdos será el impulso para tomar una decisión. Ya no sufrirá más, destruirá su desconcierto. Pronto la historia de sus deseos no será nunca más un secreto, porque Crístofer se dio cuenta al final de esta noche, que todo su sufrimiento, es causado por no aceptarse, por no reconocer lo que ha vivido y por no decidir vivirlo.  De esta manera Crístofer levanta el rostro. El filo de una navaja que lo acompañó esta noche atraviesa su cuello y la grana de su sangre colorea las sábanas de su vida para acabar con todo y para rebelar al mundo su secreto por medio del gris del metal que acabo con su vida para siempre, así con su misma sangre y su índice en los últimos suspiros escribe sobre las sabanas  JULIO TE AMARÉ SIEMPRE.

Cristofer murió revelando su secreto. Sin las ganas de luchar por un futuro.